En la misma meta de la Media
Maratón de Dublin me entregaron un folleto… Y entre el sudor y la vista nublada
pensé, ufff… no saben la que han hecho. Carrera de montaña por las Wicklow Mountains,
las montañas que se encuentran al sur de la ciudad de Dublin. Ya había fecha
para el siguiente objetivo: 6 de octubre. Se trataba de una carrera organizada
por el Dublin Wicklow Mountains Rescue Team, Run the Line, con distancias de 13
y 28kms.
6 de octubre, Dublin, 28kms por delante |
La semana anterior hizo
brutalmente malo… malísimo, y vi inviable correr una carrera así, pero toda la
semana de la carrera volvió, milagrosamente para Irlanda, el buen tiempo, por
lo que me apunté a la carrera larga, la de 28kms. Nunca había corrido tanta
distancia en mi vida, pero después de la gran actuación en la Half Marathon y
las increíbles ganas de montaña que tenía, sabía que lo tenía al alcance.
Además, la referencia de mi amigo hermano Carlos, que había conseguido acabar
la Maratón de los Lagos la semana anterior, me impulsaba más aún a compartir
con él esta experiencia de las carreras de montaña.
Tras dejar con la boca abierta a
mis compañeros de trabajo en la pinta de los viernes y con los ánimos de mis
amigos Trenti de Dublin y de los de Santander en la distancia, llegaba el día.
Espectacular. El mejor día desde que estoy en Dublin. Madrugué más que un día
normal y el sol empezaba a levantar. Tocaba más de una hora de bus y tranvía
para recorrer todo Dublin desde el norte donde vivo hasta Tallaght, al sur,
donde se daba la salida directos a las Wicklow Mountains para recorrer los
28kms de travesia hasta la meta situada cerca de Ballycullen, al otro extremo
de las montañas.
Unos 50 locos nos dimos cita. La
organización muy de andar por casa, lo que le daba un toque más de compañerismo
a la carrera. En la cola de los dorsales ya entablé conversación con un
irlandés comentando la carrera. Elección de ropa. Me había llevado toda la
mochila, pero tras preguntar a unos compañeros pelirrojos de patas blancuchas
al aire, me decanté por dejar toda clase de abrigo y correr con la térmica y en
camiseta. Solo me había traído las mallas largas, pero bien hubiera corrido en
cortos, pues hacía una mañana preciosa. A lo lejos las montaña esperaban.
Directos a las Wicklow Mountains al fondo |
10.00 am, salida al estilo,
preparados… ya!! La gente salió muy tranquila, la verdad que se veía que todo
el mundo venía a disfrutar. No quería forzar nada, y poco a poco fui cogiendo
un ritmo cómodo. Sin darme cuenta me encontraba en la posición 13º. La
aproximación a las montañas de unos 7km
era por asfalto, pero por una zona muy bonita de ribera y bosquecillos hasta
llegar a dos embalses. Empecé corriendo junto a un corredor, pero mi cabeza
loca me hizo tirar hasta el siguiente grupillo que en el que iba una chica. Les
cogí en una cuesta y con cadencia les dejé también sin querer… qué hago? Les
espero? Que rollo sólo. Les esperé, pero delante ví a otro corredor solitario y
me dije, venga, voy a hacerle compañía. Estos esfuerzos de ir y venir se pagan
y lo sabes Pablo, pero me gusta disfrutar de estos momentos de las carreras.
Alcancé al corredor de delante, el cual se convertiría en mi gran compañero de
hazaña. Su nombre Karl.
Nada más cogerle ya me preguntó
mi nombre. El hombre rodaba aburrido, y yo encantado de hablar para que se
pasasen los kilómetros. Karl era un Garda, un policía nacional de Irlanda.
Bastante alto, mantenía un ritmo constante igual que yo y nos entendimos muy
bien. Estuvimos hablando todo el camino durante la primera subida asfaltada. A
medida que ascendíamos le comentaba a Carl cómo me recordaba el paisaje a mi
Cantabria. Era como si me encontrara en uno de los valles entre el Caracol y la
Braguía, superverdes y con prados entre arboledas. Compartimos unos metros con
la chica de antes que nos cogió. Sufría en las subidas pero volaba en cuanto
llaneaba el camino. Mientras tanto Karl y yo a lo nuestro manteniendo el ritmo,
hablando de niños, novias y esposas. Encantados iban pasando los kilómetros cantados
por el GPS del Endomondo.
Corriendo con Karl por el antiguo bosque |
Salimos a montaña abierta,
terreno de bogs, como me comentó mi amigo iralndés. Zonas de prados esponjosos
y empantanados y al fondo el primer avituallamiento. Siguiendo los consejos de
Carlos, yo me paré a beber agua y a comer el primero de los muchos plátanos que
engullí durante la carrera. También había gominolas, y me metí unas cuantas a
las mallas, quizá harían falta. Giro y nos internamos en un bonito bosque.
Salimos y atravesamos los restos de otro por un terreno Inhóspito y mágico.
Cómo estaba disfrutando. Más revueltas atravesando carreteras y viendo ya entre
los árboles vistas de Dublín. Por fin empezaba el monte de verdad. Iban cayendo
los kilómetros y de repente, cuando íbamos corriendo por una pista dentro de un
oscuro bosque, Karl me alertó de lo que teníamos delante. Una venada en medio
del camino mirándonos. No pasaría ni dos segundos hasta que se escabulló en la
floresta, pero ese momento me dio tiempo para acordarme de mis amigos del
monte, sobretodo del culpable de que yo estuviera corriendo aquí, y de pensar
una vez más, que estaba haciendo realidad otro sueño. Vaya carrerón, paisajes
increíbles y viendo fauna salvaje.
Sería el km 17… pero recuerdo que
el ver al ciervo fue la última sensación de euforia de la carrera. Poco después
empecé a tener problemas para seguir a Karl, y en cuestión de segundos me
descolgué… Oh oh… Venía otro corredor detrás siguiéndonos la estela y me
enganché a él justo cuando comenzaba una larga bajada por una dura pista. Esto
me va a reventar los pies, pensé. Pero sorprendentemente las plantas aguantaron
perfectas toda la carrera. Lo que notaba muy cargadas eran las rodillas y los
tobillos. Llevábamos mucha distancia ya.
Segundo avituallamiento y ahí sí
que fue el fin de correr. Me paré a comer y a beber bien, había síntomas de
flaqueza y había que alimentarse bien, pero para salir del avituallamiento nos
esperaba un senderuco precioso entre los árboles del bosque. Tan bonito como
empinado. Ufff a andar que ya empiezan a tirar los muslos y los glúteos… Nunca
me había dolido el culo corriendo. Esta fue la última vez que vi a Karl en
carrera. Empezaba el sufrimiento y los kilómetros infinitos. Subida larga larga
para salir a una braña. Una pasarela de tablones recorría toda la arista para
alcanzar una pequeña cima. Me empezó a pasar bastante gente. Las vistas de
Dublín se agradecían, pero yo estaba más preocupado en poder arrancar, estirar
las piernas y mantener una marcheta corriendo. Imposible. Arrancaba y tenía que
parar. Las piernas no iban. Los bíceps femorales no podían más. Tras una
bajadita y otra subida rocosa escalonada venía el largo tramo de cumbrear que
había visto en las fotos. Realmente muy bonito con las vistas de Dublín y el
mar a un lado y las Wicklow Mountains a otro. Pensé que este era el tramo más
bonito para hacerlo corriendo, además la pendiente no era muy dura y el camino
divertido. Pero no había manera. Ya era uno de esos cadáveres, que los más diesel
van comiéndose a medida que se acerca el final de la carrera. Ni siquiera los
pensamientos positivos y los comodines en mi mente sirvieron hoy. Hoy falló la
mecánica y se me escaparon los kilómetros.
Vistas de Dublin, aprovechando para una paradita |
Km 23 todavía… Entonces me acordé
de las gominolas de las mallas! Pensé que habría cogido suficientes, pero si lo
llego a saber cojo dos puñados más. Lo bueno de ir andando es que pude
detenerme a hacer alguna foto y contemplar el paisaje, aunque ciertamente,
estaba sufriendo bastante. Última pala, última cima, Fair Castle entre Two
Rocks y Three Rocks de 530 metrines. Los montañeros que andaban disfrutando del
maravilloso día me animaban al verme la cara completamente ida. Se agradecía un
montón. Yo ya no tenía nada que hacer, sólo seguir avanzando como pudiera y
acabar.
Dublin desde la cima del Fair Castle, 520m |
Grité cima en mis adentros con
Dublín, Howth y el mar como testigos, y un voluntario de la organización me
indicó que “sólo” quedaban 4kms de bajada a meta. Agónico y helador por primera
vez en la carrera. Milagrosamente y sin que ya me lo esperara apareció el
tercer avituallamiento. Vaya festival. Bebí agua y me cogí dos plátanos y dos
chocolatinas Mars. Dos por vergüenza porque me hubiese comido toda la caja. Así
que me tiré toda la bajada comiendo. Me pasaron dos chicas de la carrera de
13km que iban de paseíllo, y ya por vergüenza torera intenté seguirlas…
Realmente penoso, pero me costaba seguirlas el ritmo. Arrastrando los pies y
masticando Mars llegaba la última bifurcación al tiempo que el Endomondo
cantaba el km 27. Último kilómetro, alcancé a las chicas en un bosque precioso
y charlé unos metros con ellas, y no sé ni cómo conseguí mantener un ritmo
digno para sacarlas unos metros y ver entre los árboles el divino arco de meta
blanco que apareció como las puertas del cielo entre el oscuro bosque. Un
enclave precioso para concluir la carrera y alcanzar la meta, eso sí, como
siempre, con una amplia sonrisa. Y como reza la camiseta de algodón como las de
antaño que nos dieron al acabar: “I crossed the Line!!”
Meta con Karl |
Karl me esperaba desde hacía ya
bastantes minutos y me dio la enhorabuena. Comentamos la carrera con sus amigos
y tras cambiarnos, bajamos hasta Glenncullen para tomarnos una pinta que
realmente nos habíamos ganado en la mítica taberna Johny Fox. Entrega de
trofeos y poco a poco empecé a recuperarme y a valorar lo que había conseguido.
28kms de carrera de montaña con 1000m de desnivel en poco menos de 3horas de
carrera. Estaba muy muy bien, y sobre todo había disfrutado de lo lindo como
había soñado. Como disfruté descansando mis maltrechas piernas lo que quedaba
de sábado y todo el domingo en casa, y aunque sólo, bien acompañado en la
distancia. Gran carrera y gran experiencia en las montañas de Irlanda. Ojalá
hubiéra podido compartirlo, pero para eso ya habrá tiempo en Cantabria, mi
hogar, que en poco más de dos meses alcanzaré como la ansiada meta y, como hoy,
gritaré:
I crossed the Line!!
Grimpeur!