Si esto ocurre todos los días merece la pena madrugar. Eso pensé en esta mañana de otoño desde el balcón de mi casa. Y ese día mereció la pena el madrugón para hacer una de las muchas rutas otoñoles. Con este cielo de fuego, ¿quién no madruga?
Santander, noviembre 2009
Grimpeur
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