Antes de empezar, en los momentos de nervios previos a la carrera, comentaba con Iri que hoy sólo era el colofón y el premio a todas estas semanas que habíamos estado pensando en este día, todo el tiempo que habíamos vivido persiguiendo este sueño y todos los días que, en definitiva, habíamos estado soñando. Y realmente he disfrutado mucho preparándome para esta carrera, pues no sólo es la carrera en sí, sino todo el tiempo que has superado teniendo esta meta, este objetivo, llevando esta forma de vida. Ha sido como ese viaje que comienzas a disfrutar desde el mismo día en que empiezas a planearlo hasta que llega el momento ya de partir.
El día, salió muy bueno, aunque con algo de bochorno el sol no pegaba fuerte. Sin darme casi cuenta ya estaba en la playa de Comillas entre todos esos triatletas enfundados en sus vestidos negros mirando al Cantábrico de frente. Las boyas, lejanas, parecían estarlo aún más adivinándose entre una ligera neblina. Rodeado de gente por todos lados sonó el pitido de salida y el crono empezó a contar. Los 1,9km de natación tenía pensado hacerlos a mi ritmo, nadando como siempre y con paciencia. Hasta la 2ªboya no conseguí abrirme un hueco y los primeros hectómetros fueron bastante agobiantes, con espuma, manotazos y patadas, que se hacían inevitables, pero en las boyas la gente iba con cuidado y no hubo problemas, ya que todos íbamos con la misma mentalidad, acabar. La primera vuelta en 20min, todo va bien, y vuelta para el agua. El segundo giro fue mucho más cómodo, nadando sin apreturas y con un grupillo que llevaba mi ritmo. Manteniendo la cabeza concentrada, casi sin quererlo, estaba saliendo ya del agua. 41min después de empezar a nadar ya estaba corriendo sobre la arena y pensando en que ahora llegaba lo bueno.
La transición me la tomé con mucha calma. Vi que en boxes había muchas bicis aún que, junto con los ánimos de Pablín Ibarguren, me dio mucha moral. Cogí todo el material para la bici, el maillot, recambios y comida y, tras guardar el neopreno en la bolsa puse rumbo a Los Corrales de Buelna. Distancia 90km.
Fueron cayendo los kilómetros hasta boxes, señalizados como una llegada a meta en el Tour, 5, 4, 3, calles de Corrales, gente animando, y por fin el estadio de atletismo. Pero justo en el momento de quitarme las calas de repente se me subió el bíceps femoral hasta arriba del todo y en un intento por estirarlo y avanzar con el otro pedal, se me subió el otro muslo. Con las dos piernas estiradas y abiertas fuera de sus pedales llegué a la transición sólo con la poca inercia que llevaba. Suerte que me cogieron la bicicleta al bajarme. Con un dolorosísimo dolor en ambas piernas sólo pensé en no lesionarme, lo que hubiese supuesto el abandono. Así que llegué a mi cajón, aún no sé cómo, me puse las zapatillas, pues en ningún momento pensé en que era el fin, y me tomé mi tiempo en estirar bien. No sé cuánto tiempo estuve estirando bajo la atenta mirada de Hugo y Alex, pero llegó el momento de continuar. No sabía qué iba a pasar pero tenía que continuar e intentarlo. Con calma, sin marcarme tiempos y con el único objetivo de llegar al siguiente kilómetro: “Venga, que sólo quedan 20km”, pensé cuando conseguí llegar al km1. Con una pobre zancada y con los músculos bailando con cada gesto de más fui avanzando. Por lugares que me parecieron hinóspitos, poco a poco fui pasando kilómetros. El paso por el kilómetro 3 me pareció eterno, como si llevase 10km corriendo. Quizá en este momento fue el único momento en donde se me pasó por la cabeza que quizá no podría acabar, en que quizá esto era una locura como me dijeron y que sería imposible que acabase, quizá hubiese sido el fin… pero tenía que continuar, tenía que demostrarme a mí mismo que podía hacerlo, tenía que demostrar a aquellos que me dijeron que no podría de que si que era capaz, que todos los sueños que había depositado en los entrenos, en la forma de vida de estos meses habían merecido la pena, pensé en toda la que gente confiaba en mí y en que no podía defraudarles, pensé en la gente que me esperaría en meta y que tenía que llegar como fuese… y continué, ¡gracias a Dios continué!
Kilómetro 4 con algún repechuco y curiosamente fue a partir de aquí cuando “me recuperé”. Después una larga recta, infinita. La presencia de mi primo y mi hermano al principio me animó y me hizo desviar la atención para mirar sólo para delante. A mitad de recta unos pitidos de un coche y los gritos desde la ventanilla de mi hermano Javier me subieron mucho la moral ya que no esperaba verle. Luego vinieron una serie de kilómetros mal medidos que se pasaron muy rápidos y en nada estaba ya en el ecuador de la media maratón. A partir de aquí había que dar cinco vueltas de 2000m con paso por meta con los ánimos de la gente lo que se hizo mucho más ameno Lo iba a conseguir, sólo tenía eso en la cabeza. Con un ritmo lamentable, pero avanzando, fui superando vueltas. Las primeras de ellas con buena cara, cara que fue degradándose hasta los últimos giros en los que lo único que tiraba era la cabeza. Algún tramo de campo a través hacía daño para mis maltrechas piernas. A parte de los bíceps, los cuádriceps hacían amagos en cada pisada irregular que daba por el prado o los caminos de piedra. Con muchísimo cuidado intenté evitar cada bache, cada piedra y casi cada guijarro que me encontraba. Avituallamientos líquidos y esponjas para refrescar, sobretodo las patas. Además unos vecinos corraliegos se pasaron toda la tarde refrescándonos con una manguera a mitad del circuito. Completé un par de vueltas con mi compañero de bici salmantino, llamado Cáceres, que me ayudó mucho, pero me sacaba una vuelta y ya en sus últimos 2km me dejó para acabar bien. Lo cierto es que mi ritmo era despreciable pero sólo había un objetivo, llegar. Las dos últimas vueltas, últimos 4km fueron un auténtico infierno, con instantes en que casi comencé a llorar, no sé si por la emoción o por el dolor. Más bien por esto último. Pero lo iba a lograr. No sabía ni el tiempo que llevaba corriendo, pues mi gran Casio, que siempre me acompaña, no marca las horas, y había perdido la noción de horas que habían pasado desde que me metí al agua. Pero me daba igual. Últimos metros, últimos pasos. Fue cuando, justo antes de entrar a la pista de atletismo, Alejandro, relevista del equipo de la UC de Iri y Pablín me cogió y me esperó para entrar juntos. Entrada al estadio, entrada a la pista y llegada a meta con mi madre en la grada, y el resto de compañero de la UC enfrente de mí. Había cruzado esa delgada línea en el suelo con la que tanto había soñado, había acabado el medio Ironman de Buelna en 5 horas 46minutos de carrera, era un half-finisher!
En esos instantes no tuve ni fuerzas para emocionarme, tan sólo para mantenerme en pie, no sabía ni cómo había hecho las más de dos horas corriendo del último sector a pie, no fui consciente de lo que había conseguido. Sólo pude agradecer y abrazar a los que allí encontré en meta, a Hugo, Manu, Pelayo, Alex, a Iriondo sobretodo, con su positividad y sus ánimos incansables y sobretodo sobretodo a Pablín Ibarguren, al que nunca podré agradecerle todo lo que ha hecho por mí. Hasta las 11 de la noche no recobré algo las fuerzas y fue a partir de por la noche cuando empecé a darme cuenta y a disfrutar de lo que había conseguido. Me acordé de mis amigos, a los que tanto he cansado con esto del triatlón, al que me dijo que lo conseguiría, al que me dijo que no podría hacerlo (sabiendo él en su interior que sí podría hacerlo), a todos ellos del Rincón de May, así como a mi familia, a los que estuvieron allí sobretodo, y al equipo de Triatlón de la Universidad de Cantabria. La UC entera estuvo presente y cruzó esa línea de meta, en especial DaniLanza y MartaFranch, pues ahora puedo saber y sé realmente lo grandes que son y la raza que tienen para acabar esto.
El dolor de piernas es inimaginable, nunca me habían dolido tanto, y el cansancio tardará días en desaparecer, pero lo realmente inigualable es la satisfacción de haber concluido esta prueba, pues esto, esta satisfacción dura para siempre.
Grimpeur!