· Tiempo: 4h 25min
· Desnivel: poco más de 100m de subida y 600 de bajada
· Cimas: Coronilla 824, Cotera Los Lobos 861, Tablau 846
· Máxima cota: Cotera Los Lobos 861
· Nivel Dificultad: Intermedio
CRÓNICA Y FOTOS
12 de dicembre de 2010, nubes y claros y calor. Montañeros: Ana, Tomás, Pablo y los amigos de la asociación de Villegar.
Fauna avistada: Una liebre y un corzo, además de rastros del jabalí y el zorro.
A las 9 de la mañana comenzamos la travesía después de que nos hubieran subido por la bonita y desconocida carretera de Guzparras al alto de la Braguía. El día con nubes y claros parecía que nos iba a dar calor durante la caminata y asi fue, con una temperatura poco habitual para una mañana de diciembre. Comenzamos a andar con el valle de Carriedo a un lado y al otro los montes de Pas. El sol, apareciendo tras el Castro Valnera, producía un contraste de luz y sombras precioso en los valles que forman los afluentes del Pas, todos ellos paralelos bajando al curso del rio pricipal bajo nosotros. El día nos iba a brindar unas vistas espectaculares a pesar de la ligera bruma.
La ruta transcurria por todo el cordal que separa los valles del Pas y el Pisueña, cumbreando por la divisoria manteniendo más o menos la altitud lo que favorecía la caminata. Con orientación Oeste primero, llegamos a la altura del Berana, que no ascendimos, y rodeándolo por la derecha cambiamos la orientación a Norte hasta el final de la ruta. A partir de aquí teníamos el Valle de Toranzo a nuestra izquierda y el Valle de Carriedo a nuestra derecha. Ascendimos un pequeño repecho para superar la Coronilla y tras descender un poco atacamos la cima del Cotero de los Lobos donde se podían disfrutar de unas vistas inigualales por los 360º. Cumpliéndose las dos primeras horas de travesía, allí comimos deleitándonos con las vistas. Encima de Toranzo se descubrían la cima del Cildad y la Espina del Gallego enfrente y detrás los montes de la reserva del Saja y las cimas de la Sierra del Cordel, la Concilia y Peña Sagra con algo de nieve todavía. Más a la derecha teníamos el Pico Ibio y La Capía, el monte Dobra. Justo al Norte la cumbre del Tablau que alcanzaríamos luego y el Monte Caballar, detrás del cual aparecía la Bahía y la ciudad de Santander con la Peña Cabarga delante. Al otro lado teníamos el macizo de las Esguinzas y los Picones de Sopeña sobre el bonito Valle de Carriedo y detrás las cumbres más elevadas del Porracolina, Picón del Fraile y Castro Valnera. Se podrían llenar hojas y hojas con la descripción de estas vistas de Cantabria.
Continuamos la ruta alcanzando el Tablau desde donde pudimos ver la parte más baja del Valle de Toranzo con los pueblos de Corvera, Villasevil, Soto-Iruz… y a partir de aquí comenzaba la bajada directa hasta el pueblo de Rasillo. La primera parte del descenso era directamente por un cortafuegos que bajaba con gran pendiente y piedra suelta que resultaba bastante incómoda, por lo cual nos salimos de él y descendimos por el lateral sobre las garabitas, los restos resecos de los escajos que abundaban por todo el monte. De repente pisando junto a uno de estos matorrales saltó una liebre que había aguantado inmóvil hasta que casi la piso, y salió rapidísima monte arriba. Un buen macho de liebre según me aleccionó mi tío Tomás. Preciosa y bastante grande. Ya habíamos visto huellas de liebre más arriba junto con otros rastros de jabalí, zorro y corzo, pero nunca imaginé poder ver una tan cerca por estos montes.
Salimos del cortafuegos y tras pasar por la finca del Troncal, nos internamos en el último tramo, un camino que atravesaba el Hayal de Rasillo, un bosque muy muy bonito. Nada más entrar, Tomás escuchó el ladrido de perros de caza subiendo por el bosque y rápidamente identificó que se trataba de una jauría siguiendo el rastro de un corzo. Y en efecto el corzo apareció a lo lejos entre los árboles corriendo monte arriba hacia nosotros. Nos quedamos quietos y el corzo siguió su trayectoria hacia nosotros sin vernos, pendiente sólo de escapar de los perros y esquivando todos los obstáculos con buenos brincos. No fue hasta situarse a unos tres metros de nosotros cuando ya hizo un quiebro y cambió de camino. Una escena realmente preciosa. Pudimos observar al joven corzo con dos bultos aterciopelados saliendole de la cabeza y con la boca jadeante de tanto huir de los perros. El perro le pisaba los talones y a menos de un minuto le vimos aparecer. Intentamos desviarle pues está prohibida la caza del corzo, excepto en rececho, pero el perro nos engaño y continuó. La huida del corzo suele ser dando vueltas, subiendo y bajando el monte para intentar desorientar a los perros pero su rastro fácil le delata y este lo tenía difícil puesto que se le veía muy cansado y tenía encima al perro. Continuamos bajando y al rato volvimos a oír los ladridos, esta vez descendiendo, corrimos para volver a ver al corzo pero de repente sonó un disparo a apenas dos cientos metros de nosotros. Tras una curva sorprendimos al cazador furtivo que tras vernos salió corriendo y huyó pista abajo en su Golf blanco. No sabemos si el pobre corzo fue alcanzado, pero una sensación difícil de explicar recorrió mi cuerpo. No sabíamos qué habría sido del precioso corzo que hacía unos minutos habíamos visto brincar tan bonito entre los robles y hayas un poco más arriba. Pero por suerte, al cabo de un rato volvimos a oir ladrar al perro monte arriba de nuevo. Eso quería decir que afortunadamente el animal seguía huyendo, al menos vivo, cosa que quiero seguir creyendo.
Estábamos casi al final de la ruta, en las cercanías de Rasillo. Salimos del hayal y tras atravesar unas fincas llegamos al pueblo donde concluímos con una buena caña y unos mejillones de aperitivo. Desde la ventana del bar volvimos a ver al Golf blanco del furtivo volver a subir monte arriba, quizá para recoger su “trofeo”, o quizás para seguir intentando violar la ley y sobretodo seguir intentando atacar la naturaleza de una manera tan vil y cobarde. No sé si mi corzo seguirá con vida, pero lo que sé es que esa pequeña carita con la boca abierta y la lengua fuera desesperada con los pequeños cuernos aún con su terciopelo recubriendolos suavemente nunca se me olvidará, al igual que ese maldito Golf blanco.
12 de dicembre de 2010, nubes y claros y calor. Montañeros: Ana, Tomás, Pablo y los amigos de la asociación de Villegar.
Fauna avistada: Una liebre y un corzo, además de rastros del jabalí y el zorro.
A las 9 de la mañana comenzamos la travesía después de que nos hubieran subido por la bonita y desconocida carretera de Guzparras al alto de la Braguía. El día con nubes y claros parecía que nos iba a dar calor durante la caminata y asi fue, con una temperatura poco habitual para una mañana de diciembre. Comenzamos a andar con el valle de Carriedo a un lado y al otro los montes de Pas. El sol, apareciendo tras el Castro Valnera, producía un contraste de luz y sombras precioso en los valles que forman los afluentes del Pas, todos ellos paralelos bajando al curso del rio pricipal bajo nosotros. El día nos iba a brindar unas vistas espectaculares a pesar de la ligera bruma.
La ruta transcurria por todo el cordal que separa los valles del Pas y el Pisueña, cumbreando por la divisoria manteniendo más o menos la altitud lo que favorecía la caminata. Con orientación Oeste primero, llegamos a la altura del Berana, que no ascendimos, y rodeándolo por la derecha cambiamos la orientación a Norte hasta el final de la ruta. A partir de aquí teníamos el Valle de Toranzo a nuestra izquierda y el Valle de Carriedo a nuestra derecha. Ascendimos un pequeño repecho para superar la Coronilla y tras descender un poco atacamos la cima del Cotero de los Lobos donde se podían disfrutar de unas vistas inigualales por los 360º. Cumpliéndose las dos primeras horas de travesía, allí comimos deleitándonos con las vistas. Encima de Toranzo se descubrían la cima del Cildad y la Espina del Gallego enfrente y detrás los montes de la reserva del Saja y las cimas de la Sierra del Cordel, la Concilia y Peña Sagra con algo de nieve todavía. Más a la derecha teníamos el Pico Ibio y La Capía, el monte Dobra. Justo al Norte la cumbre del Tablau que alcanzaríamos luego y el Monte Caballar, detrás del cual aparecía la Bahía y la ciudad de Santander con la Peña Cabarga delante. Al otro lado teníamos el macizo de las Esguinzas y los Picones de Sopeña sobre el bonito Valle de Carriedo y detrás las cumbres más elevadas del Porracolina, Picón del Fraile y Castro Valnera. Se podrían llenar hojas y hojas con la descripción de estas vistas de Cantabria.
Continuamos la ruta alcanzando el Tablau desde donde pudimos ver la parte más baja del Valle de Toranzo con los pueblos de Corvera, Villasevil, Soto-Iruz… y a partir de aquí comenzaba la bajada directa hasta el pueblo de Rasillo. La primera parte del descenso era directamente por un cortafuegos que bajaba con gran pendiente y piedra suelta que resultaba bastante incómoda, por lo cual nos salimos de él y descendimos por el lateral sobre las garabitas, los restos resecos de los escajos que abundaban por todo el monte. De repente pisando junto a uno de estos matorrales saltó una liebre que había aguantado inmóvil hasta que casi la piso, y salió rapidísima monte arriba. Un buen macho de liebre según me aleccionó mi tío Tomás. Preciosa y bastante grande. Ya habíamos visto huellas de liebre más arriba junto con otros rastros de jabalí, zorro y corzo, pero nunca imaginé poder ver una tan cerca por estos montes.
Salimos del cortafuegos y tras pasar por la finca del Troncal, nos internamos en el último tramo, un camino que atravesaba el Hayal de Rasillo, un bosque muy muy bonito. Nada más entrar, Tomás escuchó el ladrido de perros de caza subiendo por el bosque y rápidamente identificó que se trataba de una jauría siguiendo el rastro de un corzo. Y en efecto el corzo apareció a lo lejos entre los árboles corriendo monte arriba hacia nosotros. Nos quedamos quietos y el corzo siguió su trayectoria hacia nosotros sin vernos, pendiente sólo de escapar de los perros y esquivando todos los obstáculos con buenos brincos. No fue hasta situarse a unos tres metros de nosotros cuando ya hizo un quiebro y cambió de camino. Una escena realmente preciosa. Pudimos observar al joven corzo con dos bultos aterciopelados saliendole de la cabeza y con la boca jadeante de tanto huir de los perros. El perro le pisaba los talones y a menos de un minuto le vimos aparecer. Intentamos desviarle pues está prohibida la caza del corzo, excepto en rececho, pero el perro nos engaño y continuó. La huida del corzo suele ser dando vueltas, subiendo y bajando el monte para intentar desorientar a los perros pero su rastro fácil le delata y este lo tenía difícil puesto que se le veía muy cansado y tenía encima al perro. Continuamos bajando y al rato volvimos a oír los ladridos, esta vez descendiendo, corrimos para volver a ver al corzo pero de repente sonó un disparo a apenas dos cientos metros de nosotros. Tras una curva sorprendimos al cazador furtivo que tras vernos salió corriendo y huyó pista abajo en su Golf blanco. No sabemos si el pobre corzo fue alcanzado, pero una sensación difícil de explicar recorrió mi cuerpo. No sabíamos qué habría sido del precioso corzo que hacía unos minutos habíamos visto brincar tan bonito entre los robles y hayas un poco más arriba. Pero por suerte, al cabo de un rato volvimos a oir ladrar al perro monte arriba de nuevo. Eso quería decir que afortunadamente el animal seguía huyendo, al menos vivo, cosa que quiero seguir creyendo.
Estábamos casi al final de la ruta, en las cercanías de Rasillo. Salimos del hayal y tras atravesar unas fincas llegamos al pueblo donde concluímos con una buena caña y unos mejillones de aperitivo. Desde la ventana del bar volvimos a ver al Golf blanco del furtivo volver a subir monte arriba, quizá para recoger su “trofeo”, o quizás para seguir intentando violar la ley y sobretodo seguir intentando atacar la naturaleza de una manera tan vil y cobarde. No sé si mi corzo seguirá con vida, pero lo que sé es que esa pequeña carita con la boca abierta y la lengua fuera desesperada con los pequeños cuernos aún con su terciopelo recubriendolos suavemente nunca se me olvidará, al igual que ese maldito Golf blanco.
Grimpeur!
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