Tres años ya. La vida a veces solicita giros y el mío llegó hace tres años. Tras toda la vida en Santander, en casa de tus padres, intentando hacer las cosas bien y sacando adelante una carrera, algo me decía que necesitaba buscar algo más. Conocer nuevas experiencias, gente nueva, lugares distintos, culturas diferentes, pero sobretodo el mismo yo que aún no había salido a la luz. No tardé mucho en darme cuenta el porqué necesitaba salir y sin apenas buscarme, me encontré. Entonces entendí el motivo por el cual me había ido hasta Bélgica. A parte de los temas académicos, de los lingüísticos y las rutinas cotidianas por aprender donde yo sólo me tenía que sacar las castañas del fuego, a parte de todo eso, lo verdaderamente importante fue el encontrar al verdadero yo que tenía tantas ganas de salir. Y lo cierto es que ya había salido pero sólo necesitaba reconocer. Tuve gente a mi lado que me ayudó a ello y me hizo sentir grande conmigo mismo. Gente que hasta hacía unas semanas no conocía de nada pero que enseguida me hicieron sentir apreciado como persona. Hace tan sólo tres años que les conozco, pero es toda una vida lo que nos une. Aún sin vernos durante ya años o sin hablar durante meses, cada vez que nos ponemos en contacto es como si aún siguiéramos allí, pues en cierta manera, aún no nos hemos ido, ni nos iremos. Fue un año crucial de nuestras vidas donde vivimos una pequeña e intensa vida en un solo año. Nos comprendemos, nos entendemos, seguimos teniéndonos aquí. Está claro que no todos, pero cada uno conserva a su número indeterminado de “ambereños” en mi caso, que pasen los años que pasen sin vernos, sabemos que el día de reencuentro, cuando llegue, será como el primero, o más bien, el último del Erasmus, que, aunque fue difícil, fue el verdadero momento de despegue del vuelo de cada una de nuestras vidas.
Es una experiencia común, da igual el lugar, da igual el año, da igual el tiempo. Cuando un Erasmus se cruza con otro Erasmus, se ve reflejado e identificado y se interesa como si de su propio Erasmus se tratase. Este año tuve la suerte de ser una visita de dos amigos que se encontraban en sendas ciudades europeas. En los dos sitios fue un poco como “volver a casa”, y esa era la sensación que tenía. Recuerdo en mi Erasmus las múltiples visitas que recibí, con orgullo, mi casa parecía “una casa de locos” cuando se abría a mi gente de Santander que me confirmaban que aquello era real y no un sueño. Más orgulloso me sentía cuando podía compartir mi experiencia con ellos haciéndoles participes del Erasmus, pudiendo ser ellos Erasmus durante unos pocos días. Me llena saber que, un par de años después, al menos dos de ellos tomaron el mismo rumbo que yo hacia su propia experiencia. Me gusta pensar, y de hecho sé, que esos días en mi Erasmus influyeron y mucho en sus decisiones posteriores y tomándolo como ejemplo este año han intentado superar las expectativas creadas, que siempre son inmensas, pero siempre se superan infinitamente.
Tres años ya… y como si no hubieran pasado. El avión ya ha despegado. El destino, aún por conocer. Gracias a todos los que vivisteis y fuisteis partícipes de ese despegue, espero seguir compartiendo este vuelo con vosotros.
Grimpeur!
Una experiencia única!
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