Sólo un fin de semana pero ha sido como volver a esa libertad de mente donde no existía el tiempo ni preocupaciones. El reencuentro con buenos amigos después de años y sentir como si no hubiera pasado el tiempo es una de las grandezas de haber vuelto “a casa”. Es un nexo común lo que nos une, y es ese nexo con el que continuamos adelante cada uno con nuestras vidas, pero con una complicidad especial. Para nada somos iguales pero muy parecidos al mismo tiempo. Nos escuchamos, seguimos aprendiendo cosas unos de otros, nos alegramos de conocer como han sido estos años después de aquella vida común. Nos entendemos muy bien.
Este fin de semana hemos viajado por todo el sur del continente africano, hemos visto elefantes e hipopótamos, unos en África y otros en Cabárceno. Hemos estado en las Victoria Falls y hemos viajado a la India en esos autobuses de cuarta generación. Hemos ido a Nueva York, los Alpes y a Riga. Todo sin salir de Ávila. Canciones en catalán, rock español y hasta hemos bailado esa música imbailable en un bar donde todo estaba dado la vuelta. Las conversaciones infinitas nos han acompañado sin pausa entre cañas y tapas. Como le va a cada uno en nuestros diferentes trabajos o segundas carreras, debatiendo lo que nos espera a partir de ahora. Debates económicos, musicales y de todo tipo. Ganas increíbles y positividad que quizá choca con el pesimismo generalizado que nos envuelve, solucionando el mundo mil veces y sintiendo lo bien iría todo si estuviese en nuestras manos. En cierta manera lo está!
El recordar nuestra ciudad ha sido una constante. Las calles, clases, happy hours y pirámides. Las cervezas que no hemos vuelto a probar desde que lo hicimos juntos. Miles de historias y anécdotas, y sobre todas esas decenas o cientos de personas que hemos recordado poniéndonos un poco al día de los poco que sabía cada uno de ellas. Algo nos une y no sólo es una ciudad.
La despedida en la estación era inevitable, pero esta vez ha sido diferente. Ha desaparecido esa sensación de “puede ser la última vez”. La extraña y nostálgica sensación de hace tres años, ahora es un aliento de seguir adelante, con ganas y fuerza para en la siguiente quedada volver a contarnos cómo nos va. Pueden pasar meses, pueden pasar años, pero no importa. Seguimos en contacto. Ese algo que nos une nos acompaña, como si todos llevásemos a cada uno dentro.
Vuelvo sólo en el tren, pero con la mochila bien llena. Necesitaba un momento así para que, recordando de dónde venimos, confirmar en dónde estamos y lo que somos, y con un único objetivo común que no es otro que seguir soñando hacia delante con la fuerza que irradiamos casi sin saberlo. Muchas gracias y otra bolleke pronto con la forma y sabor que sea!
Grimpeur!
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