De madrugada, se oía llover con fuerza sin
parar. Vaya noche. Después de unas semanas de solecito, el invierno volvió de
sopetón a Cantabria nada más haber comenzado la primavera. A las nueve de la
mañana, habiendo amanecido ya, parecía que anochecía a medida que nos
adentrábamos Carlos y yo en el corazón de los valles de Cantabria. Pero… ¿a
dónde íbamos con este tiempo?
El objetivo estaba marcado desde hacía varios
meses y fui de los primeros en inscribirme nada más conocer que aparecía una nueva
carrera de montaña, ésta en el valle de Toranzo, mi valle. Trail de
Castillo-Pedroso donde coincidiría con mis primos Luis y Fonso, Isabel y
Rodrigo y acompañado por mi gran amigo Carlos, compañero de locuras. Esta
carrera tenía sin duda un significado especial. 23 kms de distancia sobre el
Valle de Toranzo.
Agua y agua sobre la carretera, negros
nubarrones y no paraba de llover, pero al entrar en Toranzo, tras pasar
Corvera, el cielo empezó a querer abrir. El subidón fue vislumbrar las laderas
del Cildad, de 1001m de altitud, completamente blancas. Qué sensación.
Iniciamos la subida a Castillo y el paisaje no podía ser más bonito. Verde
rabioso de los prados mojados con el contraste de la nieve recién caída de las
cumbres. Me emocioné como hacía tiempo, piel de gallina y ojos brillantes al
ver y sentir aquello!!
Llegamos con bastante tiempo, recogimos
dorsales y camisetas y momentos de espera dentro de la furgoneta de Carlos.
Hacía mucho frío. 4 grados marcaba el termómetro pero parecía que no llovía.
Discutiendo la ropa que llevaríamos una vecina de Castillo se detuvo a charlar
con nosotros y nos comentó que a las 6.30am estaba nevando en Castillo-Pedroso.
“Cómo trapeaba” nos dijo. No llegó a cuajar y la cota de nieve parece que se
detuvo en unos 700-800 metros. Cildad, Cueto Redondo y la Espina del Gallego
estaban completamente blancos y las cumbres del otro lado del valle desde
Berana al Tablao estaban enfarinadas aunque tan sólo en la cresta. Saludamos a
mi primo Luis que iría adelante en carrera y a Lulu de Corvera y calentamos con
mi compañero Nando de mi equipo de triatlón, Camargo-Astillero. Pero hoy el
medio era otro, hoy tocaba barro! Isabel, Rodrigo, Fonso y el resto de
participantes de la ruta a pie, con el mismo recorrido, habían salido a las
9am.
A las 11.30 salíamos los del trail, los que
lo hacíamos corriendo. Cuenta atrás y salida. Habíamos hablado de hacerlo
tranquilos… pero como se salió!! El recorrido constaba de un primer bucle de
unos 7 kms que tiraba para arriba hasta el precioso bosque de La Requejada,
desde allí se iniciaba un pronunciado descenso hasta Esponzués, punto más bajo
del trail, para desde allí subir a Castillo de nuevo por un empinado camino.
Después cogíamos de nuevo el primer tramo hasta el bosque hasta coger una
bifurcación a la derecha que nos llevaba hasta el Portillón y completar el resto
del recorrido por la divisoria, bajadona a Quintana y últimos tres kilómetros a
Castillo por la carretera. Quedaba mucho por delante.
Nada más salir, afrontando la primera subida. Foturcantabria. |
El primer tramo, por el que pasaríamos dos
veces tiraba para arriba y se embarraba por momentos. La elección de calzado fue
la idónea y lo comprobé en los primeros momentos. Al constar la segunda parte
de muchos metros de pista y siendo los últimos tres kilómetros de asfalto, dudé
en llevar las zapatillas de running, pero tal y como estaba la primera parte,
las zapatillas de trail eran imprescindibles. Qué cantidad de barro. Había
zonas donde metías el pie hasta el fondo y otros donde simplemente era una
pista de patinaje. Tramo super divertido y precioso atravesando el hayedo de La
Requejada. Delante de mí un corredor resbaló y cayó a plomo de costado, sin
consecuencias afortunadamente para él, tan sólo la embarrada casi total con la
que tendría que completar la carrera. Carlos empezó más fuerte de lo que
pensaba, intentando seguir a su amigo Dani de Unquera. Demasiado para mí y
pensando en que quedaba muchísimo, cogí mi ritmo y perdí unos cuantos metros
con él. Salimos del bosque e iniciamos la bajada con unas estupendas vistas de
todo Toranzo, qué gozada, primero por camino con piedras y hierba y después una
bajada durísima de hormigón que me hizo daño. Carlos me sacaba unos 25
segundos, todavía le veía, pero en la bajada le perdí. Apenas llevábamos 5
kilómetros y empecé a sentir unas molestias en la cabeza del fémur que ya noté
al finalizar el Duatlón de Torrelavega el domingo pasado, probablemente por el
esfuerzo y el cansancio. Estoy corriendo mucho en lo que va de año y hay que
tener cuidado con los esfuerzos. No era mucha la molestia, pero lo que más me
preocupaba era que era demasiado pronto. Llegué a pensar, que si me iba a más,
el detenerme en el paso por Castillo podía ser más que una opción. Por
“suerte”, tras pasar por Esponzués, empezó la subida.
Comencé corriendo y superando a variosn de
los que me habían pasado en la bajada,
pero pronto empecé a subir andando en algunos tramos como el resto. Tal y como
me ha explicado Carlos muchas veces, con mucha más experiencia en carreras de
este tipo, cuando la cuesta se empina se va casi a la misma velocidad corriendo
que andando, y se gasta mucho menos. Era la parte más dura, en cuanto subida se
refiere. Primer avituallamiento. Carlos sale de él antes casi al llegar yo.
Coca-cola y a seguir camino de Castillo. Antes de entrar al pueblo había dos
niños, uno cantaba los colores de los corredores y el otro la posición. “Blanco
y azul” (por Carlos) “95” y “negro y rojo” (por mí) “96”. Me hizo mucha gracia
y nos sirvió para conocer cómo íbamos en carrera. Y en Castillo volví a atrapar
a Carlos.
Juntos iniciamos el primer tramo de nuevo.
Charlando fuimos atravesando la divertidísima zona embarrada. Entramos en el
bosque otra vez y tomamos la desviación hacia el Portillón con un ritmo cómodo
y constante. El camino transcurría en diagonal sobre los prados de Castillo.
Aquí fue donde pasamos por donde estaban mis tíos Ana y Tomás. Al no verles en
Castillo sabía que les encontraría en el monte. Casi sin darnos cuenta iban
pasando los kilómetros y pasamos la mitad de carrera. Y en el Alto del
Portillón, el segundo avituallamiento, esta vez sólido.
Rodando con Carlos por mitad de la carrera. |
Cómo nos pusimos. Nos olvidamos del tiempo y
cogimos bien de fuerzas para lo que quedaba. Trozos de plátano y naranjas y
otro plátano que me reservé para las emergencias (por si me daba el pajarón jeje). Más bebida y, tras cruzar
la carretera con gente animando, para arriba por toda la divisoria. Qué bonitas
las vistas con las montañas nevadas de la Sierra del Cordel, la Concilia, Peña
Sagra… y Los Picos un poco más allá entre la bruma a un lado, y por otro el
valle de Toranzo, el Tablao, Las Esguinzas nevadas… y mirando casi para atrás a
la derecha las cumbres pasiegas de San Pedro bien cargadas de blanco. Preciosas
vistas de Cantabria. Yendo con Carlos y
entretenido con las vistas, me había olvidado de toda molestia. Además el
terreno seguía siendo cómodo en lo que al piso se refiere, mejor de lo que
esperaba en este segundo bucle. Sin embargo, pronto llegábamos a la temida
pistona, que parecía una autovía. Seguíamos tirando para arriba dirección norte
rumbo a la Cuera. Por aquí si siguiéramos también llegaríamos a los montes de
Corvera a un lado y al Monte Tejas al otro sobre Los Corrales de Buelna que se
veían desde ese punto. Habíamos bajado el ritmo pero estábamos disfrutando.
8
kms a meta. ¡¡¡Si se veía Quintana y Castillo al lado!!! Parecía que no quedaba
tanto, pero sí que quedaba, y para mí lo segundo más duro, tras la primera
bajadona que hicimos allá por el km 4-5. Curiosamente era la bajada a Quintana
también. Por la dura pista, y los kms acumulados, las patas se resentían ya.
Último avituallamiento líquido y a seguir bajando.
Antes de llegar a Quintana, vi que detrás
nuestro venía a buen ritmo Lulu de Corvera, amigo de mi hermano y primos y con
el que solemos salir en bici. No me podía ganar! Jeje. Carlos iba un poco más
justito que yo y le dije que iba a apretar un poco. Podíamos haber llegado
juntos pero quise apretar un poco, para que no me cogiera Lulu, y porque el
último tramo de asfalto me favorecía más a mí. A buen ritmo atravesé ya en
solitario el bonito pueblo de Quintana de Toranzo y cogimos el asfalto de la
carretera hasta Castillo. 3kms finales que se hicieron eternos y donde brillaba
ya el sol. Con el ritmo de una chica que era de mi equipo también, apreté bien.
El calzado apretaba mis pies por este terreno, pero se habían portado de
maravilla. Un kilómetro menos, y otro menos y entré en Castillo para tomar la
última curva y entrar en la abarrotada meta con mis tíos y amigos como Mantilla
entre el público animando.
2h 11’ en completar los 23,2 kms del trail, el 123º de 270, aunque poco importa el puesto. Poco después entró Carlos. Caras de satisfacción, barro en las zapatillas y
muslos bailando amenazando con subirse. Qué bien nos lo habíamos pasado. En
meta ya estaban Luis, que lo completó en 1h 44’ entrando el 14º siendo primero
del valle, y los de la ruta a pie. Me hizo mucha ilusión reencontrarme con mis
primos y compartir esos momentos comentando la carrera. Una lástima que era
tarde ya y tenía que irme a todo correr, porque con el solecito que había
salido era como para haberse quedado a comentar el día con una buena cerveza
disfrutando del ambiente con todos. Pero al fin y al cabo ya lo habíamos estado
disfrutando toda la mañana.
Preciosa mañana de lluvia, agua, nieve y
frío, prados verde rabioso, montes y barro. Preciosa mañana en Cantabria, de
las que emocionan, sintiéndome parte de esto, sabiendo que soy de aquí.
Escalofrío… y a por la próxima!!!
Grimpeur!
Pd. El dolor de piernas hoy es intensísimo,
pero la satisfacción es enorme y más especial que tras otras carreras. Con unos
par de días de descanso (suerte que hace
malísimo para no hacer nada) estaré a tope para la siguiente cita: el Duatlón
de Reinosa!!!
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