miércoles, 4 de julio de 2012

NOCTURNA EN HOYO SACRO

·      Salida-Llegada: Alto Campoo 1645m
·      Distancia: unos 10 kms en total
·      Tiempo: 4h andando entre la aproximación, nocturna y matinal
·      Desnivel: 440m
·      Máxima Cota: 2085m
·      Noche: Cabaña de Guzmerones 1700m
·      Nivel de Dificultad: Intermedio

29 y 30 de junio de 2012, soleado, luna y nubes. Montañeros: Pedro, Damian, Juan Valle, Carlos, Chisco y Pablo. Fauna avistada: decenas de venados en las cumbre, un rebeco y un tritón alpino.

Una noche de auténtico seis y medio. Foto: Juan Valle

El verano había llegado, y con él dos de nuestro más montañeros y amigos míticos de seis y medio sobre siete. Aunque Pedro ya nos había acompañado hacía dos semanas, este era el reencuentro de Carlos con La Montaña. En realidad era el reencuentro de todos con la luna de verano, las estrellas y los choricillos a la brasa inmersos en la montaña más salvaje.

El viernes por la tarde poníamos rumbo a Campoo los seis integrantes de la expedición, y a las ocho de la tarde comenzamos andar con todas las mochilas, comida, sacos y esterillas desde el aparcamiento de la estación invernal de Alto Campoo. Objetivo: la cabaña del maravilloso enclave de Hoyo Sacro que nos habían recomendado. Con el sol ya aproximándose al perfil que formaban las cumbres de la Sierra del Cordel fuimos avanzando dirección sureste por las brañas próximas a la pista del Cuchillón. 

Hacia Hoyo Sacro desde la estación de Alto Campoo

Pasando de vallejo y entre escobas florecidas y vacas tudancas, alcanzamos una senda que nos llevaría directos a Hoyo Sacro. No conocíamos el lugar, ni tampoco sabíamos cómo estaría la cabaña, lo que daba un toque de aventura y locura con la noche echándose encima. en apenas 45 minutos descubrimos la cabaña situada en un paraje espectacular. Un verde prado situado al pie de los peñascos que subían al Cuchillón y por donde dicen siempre pasa el oso cuando este se acerca a Campoo. Nosotros tan solo vimos a un rebeco que rápidamente inició la huida monte arriba. Nos acercamos a la puerta y... cerrada. 

Cabaña y enclave de Hoyo Sacro

Eran ya las nueve y no teníamos techo para pasar la noche. Pensamos en buscar un abrigo debajo de alguna roca pero la noche se amenazaba fría. Fue entonces cuando decidimos apurar los últimos minutos de luz para dividirnos y lanzar dos expediciones en busca de una segunda cabaña que existía por la zona. Chisco, Pedro y Carlos se lanzaron ladera arriba, alcanzando estos dos últimos la cresta que divide Cantabria de Palencia gozando de un increíble atardecer. Damián, Juan y Pablo optaron por atravesar unas aristas hacía un vallejo contiguo donde afortunadamente divisaron la cabaña que nos salvaría la noche a orillas de un arroyo. Era la cabaña de Guzmerones.

Fuimos a por el resto y las mochilas que habíamos dejado en Hoyo Sacro y nos instalamos por fin en la cabaña de Guzmerones que se encontraba en perfecto estado poco antes de que oscureciera del todo. Todavía nos dio tiempo de divisar un par de grupos de venados en las cumbres cercanas al Cotomañinos. La cabaña disponía de leña, chasca para empezar el fuego, sierra, pala y parrilla que utilizaríamos para cenar los criollos que ya había ganas de devorar. Nos costó encender el fuego pero al final lo conseguimos. la luna brillaba espectacular y las nubes empezaron a subir del valle. La imagen insólita e increíble. Imagen que se quedará por siempre en nuestras retinas y será la auténtica protagonista cuando recordemos esta nocturna. Con cerves, choricillos y empanada cenamos, conversamos, miramos a las estrellas y disfrutamos de la magia de una noche en la soledad de la montaña. Dos mastines nos hicieron compañía desde nuestra salida del aparcamiento y pasaron la noche con nosotros. De vez en cuando empezaban a ladrar al monte, y nos gustaba imaginar que presentían la presencia de algún animal como podía ser el oso.

Al fuego en Guzmerones. Foto: Pedro

La noche transcurría entre cervezas y Ruavieja y llegó la hora de hacer uso de nuestras linternas y andar un poco en la oscuridad para combatir el frío que ya apretaba. Nos lanzamos a caminar todos menos Chisco, que valientemente se quedó solo en la cabaña. Intentamos ascender el vallejo aguas arriba cuidando bien de en dónde pisábamos. Al principio por el prado y a media que subíamos, éste se iba convirtiendo en piedras y más piedras. La luna ya se había escondido tras el cordal y la oscuridad era absoluta. Seguimos avanzando y los perros nos siguieron, pero llegó un momento en que nos percatamos que nos estábamos internando en una tremenda garma por lo que decidimos detener nuestra marcha y tumbarnos en una gran roca contemplando nuestro vallejo de Guzmerones, la carretera de Alto Campoo hacia Brañavieja iluminada por derrochadoras farolas y la silueta del Iján, Cordel y Liguardi dominando la escena. Momentos de paz, conversación y respiro para iniciar la bajada e instalarnos todos en la cabaña para intentar dormir. Al día siguiente daría tiempo a más.

Brutal luna de Guzmerones. Foto: Juan Valle

No nos levantamos al alba, ya que hacía bastante malo, pero a las nueve estábamos ya todos en pie. Pablo entraba a trabajar a las 2 de la tarde en Santander y no disponíamos de mucho tiempo, pero nos atrevimos a intentar alcanzar la cumbre para asomarnos a Palencia y la meseta castellana. Tras charlar con dos montañeros que pasaron por nuestra cabaña nos tiramos hacia arriba por la parte Oeste del vallejo. Todo para arriba a un fortísimo ritmo que nos permitió llegar a la divisoria entre el Cuchillón y el Cotomañinos en poco más de media hora casi a ritmo de kilómetro vertical. Las vistas extensísimas. A nuestra derecha, el Oeste, las cimas del Cuchillón, Tres Mares y Peña Labra. Piedrasluengas daba paso a una Liébana nublada donde se intuían los Picos al fondo. El Corcina y el Bistruey eran las únicas cimas lebaniegas visibles ya que poco más allá la negra cumbre de Peña Prieta estaba cubierta por las nubes al igual que la cima del Curavacas. El Espigüete sin embargo se apreciaba bien detrás. Debajo nuestro la zona palentina de la Pernía donde la vida salvaje goza de gran calidad. Nosotros sin embargo no vimos ningún animal desde las alturas, tan sólo la preciosa carrera de un venado por la arista en la vertiente cántabra. Santa María de Redondo era la primera población que se veía desde donde salía el camino hacia la Fuente del Coble a las faldas del Valdecebollas y de donde nace el Pisuerga. Más allá la planicie de la meseta. Es decir un pedazo paisaje en su conjunto que anima a seguir explorando más allá de la Cordillera e internarnos en el corazón de la Montaña Palentina.

Panoramica de La Pernía y la Montaña Palentina desde la divisoria entre Palencia y Cantabria. Foto: Juan Valle

En una rápida bajada cargamos con las mochilas que habíamos dejado en la cabaña y a buen paso llegamos al coche con pocas horas de sueño pero otra gran noche y nuevos luegares descubiertos. Otra noche más de auténtico seis y medio sobre siete que esperemos se vuelva a repetir durante este verano. Con esta compañía y la magia de nuestras montañas, no será difícil volver.

Un equipo de seis y medio en la cumbre entre Cantabria y Palencia. Foto: Juan Valle

 Grimpeur!

1 comentario:

  1. Ahí os va el video del atardecer que vimos Carlos y yo. Y de extra un poco de Trail Running jaja

    http://www.youtube.com/watch?v=wYjyp2TUmUs

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