· Salida-Llegada:
Alto Campoo
1645m
· Distancia: unos 10 kms en total
· Tiempo:
4h andando entre la aproximación, nocturna y matinal
· Desnivel:
440m
· Máxima
Cota: 2085m
· Noche: Cabaña de Guzmerones 1700m
· Nivel de Dificultad: Intermedio
29 y 30 de junio de
2012, soleado, luna y nubes. Montañeros: Pedro, Damian, Juan Valle, Carlos,
Chisco y Pablo. Fauna avistada: decenas de venados en las cumbre, un rebeco y
un tritón alpino.
Una noche de auténtico seis y medio. Foto: Juan Valle
El verano había
llegado, y con él dos de nuestro más montañeros y amigos míticos de seis y
medio sobre siete. Aunque Pedro ya nos había acompañado hacía dos semanas, este
era el reencuentro de Carlos con La Montaña. En realidad era el reencuentro de
todos con la luna de verano, las estrellas y los choricillos a la brasa
inmersos en la montaña más salvaje.
El viernes por la tarde
poníamos rumbo a Campoo los seis integrantes de la expedición, y a las ocho de
la tarde comenzamos andar con todas las mochilas, comida, sacos y esterillas desde
el aparcamiento de la estación invernal de Alto Campoo. Objetivo: la cabaña del
maravilloso enclave de Hoyo Sacro que nos habían recomendado. Con el sol ya
aproximándose al perfil que formaban las cumbres de la Sierra del Cordel fuimos
avanzando dirección sureste por las brañas próximas a la pista del Cuchillón.
Hacia Hoyo Sacro desde la estación de Alto Campoo
Pasando de vallejo y entre escobas florecidas y vacas tudancas, alcanzamos una
senda que nos llevaría directos a Hoyo Sacro. No conocíamos el lugar, ni
tampoco sabíamos cómo estaría la cabaña, lo que daba un toque de aventura y
locura con la noche echándose encima. en apenas 45 minutos descubrimos la
cabaña situada en un paraje espectacular. Un verde prado situado al pie de los
peñascos que subían al Cuchillón y por donde dicen siempre pasa el oso cuando
este se acerca a Campoo. Nosotros tan solo vimos a un rebeco que rápidamente
inició la huida monte arriba. Nos acercamos a la puerta y... cerrada.
Cabaña y enclave de Hoyo Sacro
Eran ya
las nueve y no teníamos techo para pasar la noche. Pensamos en buscar un abrigo
debajo de alguna roca pero la noche se amenazaba fría. Fue entonces cuando
decidimos apurar los últimos minutos de luz para dividirnos y lanzar dos
expediciones en busca de una segunda cabaña que existía por la zona. Chisco,
Pedro y Carlos se lanzaron ladera arriba, alcanzando estos dos últimos la
cresta que divide Cantabria de Palencia gozando de un increíble atardecer.
Damián, Juan y Pablo optaron por atravesar unas aristas hacía un vallejo
contiguo donde afortunadamente divisaron la cabaña que nos salvaría la noche a
orillas de un arroyo. Era la cabaña de Guzmerones.
Fuimos a por el resto y
las mochilas que habíamos dejado en Hoyo Sacro y nos instalamos por fin en la
cabaña de Guzmerones que se encontraba en perfecto estado poco antes de que
oscureciera del todo. Todavía nos dio tiempo de divisar un par de grupos de
venados en las cumbres cercanas al Cotomañinos. La cabaña disponía de leña,
chasca para empezar el fuego, sierra, pala y parrilla que utilizaríamos para
cenar los criollos que ya había ganas de devorar. Nos costó encender el fuego
pero al final lo conseguimos. la luna brillaba espectacular y las nubes
empezaron a subir del valle. La imagen insólita e increíble. Imagen que se
quedará por siempre en nuestras retinas y será la auténtica protagonista cuando
recordemos esta nocturna. Con cerves, choricillos y empanada cenamos, conversamos,
miramos a las estrellas y disfrutamos de la magia de una noche en la soledad de
la montaña. Dos mastines nos hicieron compañía desde nuestra salida del
aparcamiento y pasaron la noche con nosotros. De vez en cuando empezaban a
ladrar al monte, y nos gustaba imaginar que presentían la presencia de algún
animal como podía ser el oso.
Al fuego en Guzmerones. Foto: Pedro
La noche transcurría entre
cervezas y Ruavieja y llegó la hora de hacer uso de nuestras linternas y andar
un poco en la oscuridad para combatir el frío que ya apretaba. Nos lanzamos a
caminar todos menos Chisco, que valientemente se quedó solo en la cabaña.
Intentamos ascender el vallejo aguas arriba cuidando bien de en dónde
pisábamos. Al principio por el prado y a media que subíamos, éste se iba
convirtiendo en piedras y más piedras. La luna ya se había escondido tras el
cordal y la oscuridad era absoluta. Seguimos avanzando y los perros nos
siguieron, pero llegó un momento en que nos percatamos que nos estábamos
internando en una tremenda garma por lo que decidimos detener nuestra marcha y
tumbarnos en una gran roca contemplando nuestro vallejo de Guzmerones, la
carretera de Alto Campoo hacia Brañavieja iluminada por derrochadoras farolas y
la silueta del Iján, Cordel y Liguardi dominando la escena. Momentos de paz,
conversación y respiro para iniciar la bajada e instalarnos todos en la cabaña
para intentar dormir. Al día siguiente daría tiempo a más.
Brutal luna de Guzmerones. Foto: Juan Valle
No nos levantamos al
alba, ya que hacía bastante malo, pero a las nueve estábamos ya todos en pie.
Pablo entraba a trabajar a las 2 de la tarde en Santander y no disponíamos de
mucho tiempo, pero nos atrevimos a intentar alcanzar la cumbre para asomarnos a
Palencia y la meseta castellana. Tras charlar con dos montañeros que pasaron por
nuestra cabaña nos tiramos hacia arriba por la parte Oeste del vallejo. Todo
para arriba a un fortísimo ritmo que nos permitió llegar a la divisoria entre
el Cuchillón y el Cotomañinos en poco más de media hora casi a ritmo de kilómetro
vertical. Las vistas extensísimas. A nuestra derecha, el Oeste, las cimas del
Cuchillón, Tres Mares y Peña Labra. Piedrasluengas daba paso a una Liébana
nublada donde se intuían los Picos al fondo. El Corcina y el Bistruey eran las
únicas cimas lebaniegas visibles ya que poco más allá la negra cumbre de Peña
Prieta estaba cubierta por las nubes al igual que la cima del Curavacas. El
Espigüete sin embargo se apreciaba bien detrás. Debajo nuestro la zona
palentina de la Pernía donde la vida salvaje goza de gran calidad. Nosotros sin
embargo no vimos ningún animal desde las alturas, tan sólo la preciosa carrera
de un venado por la arista en la vertiente cántabra. Santa María de Redondo era
la primera población que se veía desde donde salía el camino hacia la Fuente
del Coble a las faldas del Valdecebollas y de donde nace el Pisuerga. Más allá
la planicie de la meseta. Es decir un pedazo paisaje en su conjunto que anima a
seguir explorando más allá de la Cordillera e internarnos en el corazón de la
Montaña Palentina.
Panoramica de La Pernía y la Montaña Palentina desde la divisoria entre Palencia y Cantabria. Foto: Juan Valle
En una rápida bajada
cargamos con las mochilas que habíamos dejado en la cabaña y a buen paso
llegamos al coche con pocas horas de sueño pero otra gran noche y nuevos
luegares descubiertos. Otra noche más de auténtico seis y medio sobre siete que
esperemos se vuelva a repetir durante este verano. Con esta compañía y la magia
de nuestras montañas, no será difícil volver.
Un equipo de seis y medio en la cumbre entre Cantabria y Palencia. Foto: Juan Valle
Grimpeur!
Ahí os va el video del atardecer que vimos Carlos y yo. Y de extra un poco de Trail Running jaja
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=wYjyp2TUmUs