domingo, 8 de mayo de 2011

Escapada Zamorana

Me sorprendió escuchar de boca de algunas personas, palabras de asombro del tipo ¿a qué vais a allí, qué se os ha perdido? cuando comentamos nuestro plan para pasar el puente del 1 de mayo. Y es que no hace falta irse a una gran capital ni a sitios espectaculares para pasarlo bien, encontrar lugares preciosos y sobretodo compartir grandísimos momentos en compañía de tres de esos amigos que consideras familia. Zamora era nuestro destino, y lo cierto que el puente tanto para Rocí, Mon, Jose y yo, fue perfecto y no hubo ni un momento de pausa. El viaje, además tenía una importante connotación emocional para Rocío, por fin íbamos a su tierra y a su pueblo, Villárdiga. Muchos años oyendo el “arriba Villárdiga” y por fin lo podíamos hacer nuestro.
Nada más salir de Santander la noche del viernes era para la noche en Zamora ciudad. A nuestro paso por Villárdiga recogimos a David que ejerció de excelente guía todo el fin de semana. Pinchos y tapas por Los Lobos y pinchos y cachis en la Calle de Los Herreros. Y a mitad de noche un grandísimo paseo por el casco antiguo iluminado, vacío para nosotros, un paseo de esos mágicos en que pareces sumergirte en otra época. Mirador sobre el Duero, , las pequeñas iglesias románicas, la Catedral, el Castillo, la muralla, la Puerta de la Traición recitando y evocando al Poema de Mio Cid… Ya había cundido la noche, pero nos quedaba el resto de la madrugada para que cundiera mucho más en los bares de la calle de los Herreros y la Plaza Mayor, justo al lado de nuestro hostal.


La mañana del sábado, más bien el mediodía ya, fue un poco durilla, pero la comida que gustó a unos más que a otros, hizo recuperar energías y dimos el paseo de la noche a la luz del día. Incluso nos atrevimos a entrar al Museo de Zamora con un breve repaso histórico a la provincia zamorana. Entramos al Castillo contemplando las amplias vistas de la ciudad y tras un fugaz descanso en un mullidito césped, pusimos rumbo a Villárdiga. Villárdiga, pequeño y humilde, pero que nos llegó hasta muy adentro como esa auténtica ensación de seis y medio sobre siete. Pasamos a saludar por el bar y nos tomamos la primera de la infinidad de cerves que cayeron en Villárdiga. La noche del sábado, tras cenar y tomar algo en familia en la casa de Rocio, nos esperaba en el cercano pueblo de Villalpando donde la fiesta se alargó en el Aboleo, El Duende y demás hasta que el físico, que no las ganas, nos hizo no poder dar más.


El domingo amaneció lluvioso y habíamos planeado visitar las Lagunas de Villafáfila. David nos llevó en su furgoneta por caminos de esos que sólo puedes conocer con alguien de allí. Caminos estrechos, de tierra y bacheados por medio de los infinitos campos de Castilla que por esta ápoca tenían un colorido verde y radiante que lo convertían en un paisaje precioso. Las lagunas un auténtico vergel para los miles de patos que pudimos ver desde los observatorios ornitológicos y en la iglesia abandonada de Otero donde anidan los cernícalos primilla. Y después de convertirnos en ornitólogos, que mejor que irnos a tomar unas cañas y tapas a Benavente, que estaba en fiestas. Lo de las tapas de Benavente fue ya sublime. La cañas eran acompañadas por unas tapas espectaculares y muy baratas. Sesos, manitas y rabo riquísimos y en buena cantidad en bares con ambiente de toros. Cerramos nuestro periplo benaventano a media tarde con un chupito y una asomada al parque de La Mota en lo alto sobre los campos y el horizonte zamorano.


Ya en Villárdiga dimos un reparador paseo por el pueblo y el río respirando tranquilidad y paz, sin tiempo ni reloj. Y nos metimos en el bar que ya fue la guinda. Una, dos, tres… charlas y charlas… la gente del pueblo, entraba, después salía, entraban otros, y se iban, afuera tronando y granizando, y sólo quedábamos nosotros… siete, ocho… ¿van nueve?... qué más da, y es que es verdad, no importaba. Grandes momentos. Ya muy tarde ya, la última, pero en forma de copazo. Y fuera, tras la tormenta, el espectacular cielo estrellado de Zamora. Soñe con poder verlo y allá estaba. Realmente, el finde había merecido la pena por este cielo pero sobretodo por esta gente que estábamos compartiendo estos momentos y lugares.


La vuelta, con esa sensación de satisfacción por los buenos momentos vividos y la esperanza de volverlos a vivir, la hicimos tranquilamente parando en bonitos pueblos como Medina de Rioseco con el Canal de Castilla, su calle aportalada y las espectaculares iglesias. Y un poco más adelante avanzando entre castillos impresionantes como el de Montealegre y Ampudia dominando desde lo alto kilómetros y kilómetros de vastos terrenos de Castilla. Castilla, siempre con un hueco importante en nuestro calendario, un importante evento que nunca nos falla. Un sentimiento y un ambiente muy diferente a nuestra vida de costa y La Montaña , pero un ambiente que siempre cuando atravesamos nuestros puertos de montaña y nos adentramos en la humedad y niebla de nuestra tierra, sentimos que nos ha reportado algo muy importante, algo que simplemente nos ha marcado y que es algo que nos hará volver.


Grimpeur!

3 comentarios:

  1. oh!!! sabes q esto me ha llegado al alma? muchas gracias!!solo deseo repetir miles de experiencias como esta, en Roma, Villárdiga o en el fin del mundo, pero siempre con vuestra compañía...se os quiere!!! Rocío

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  2. Muchas gracias a ti rocii por este finde!! me alegro mucho que te haya gustado!

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  3. buenisimo!! de tus mejores articulos, grande hermano!
    Mon

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