martes, 31 de enero de 2012

Travesía de Montaña: Portilla (Vega de Pas) - Nacimiento del Pisueña - Selaya

· Salida-Llegada: Portilla 460m, Casa Rural El Cerro 395m, Selaya
· Tiempo: 6h 30min
· Desnivel: más de 1000m acumulados
· Cimas: Campizo Real 928m, Bustalpasante 764m
· Máxima cota: 928m
· Nivel de Dificultad: Avanzado, por el desnivel, distancia y orientación

28 de enero de 2012, niebla, nieve y agua. Montañeros: Carlos y Pablo. Fauna avistada: un corzo.


Un fin de semana en una casa rural en Selaya era la excusa perfecta para atravesar y recorrer el corazón de los Valles Pasiegos. La dura climatología nos impidió atacar el objetivo inicial de los Picones de Sopeña debido a la niebla por lo que rápidamente diseñamos una travesía con final en la misma casa rural, donde dejamos el coche y establecimos el campo base para nuestra llegada exhaustos y hambrientos.




Jose, el padre de Carlos, junto con Alfonso, nos subieron contando historietas a la Vega de Pas. Desde el barrio de Portilla, donde acababa la carretera, nos soltaron. Carlos y Pablo iniciabamos la travesía sin camino alguno establecido, solamente la orientación como único apoyo para llegar a la casa unos cuantos valles más allá. Recorrimos un pequeño tramos del bonito valle de Portilla y por una cambera a la izquierda iniciamos la ascensión del cordal de la Braguía "a plomo", como nos habían indicado unos cazadores. Por un camino precioso, ganamos altura con mucha rapidez entre robles, y salimos a los inclinadísimos prados de arriba después de superar una cabaña habitada y con una jauría de perros guardianes. Poco después vimos el único corzo del día. El clima en estos momentos era estable y nos permitía ver unas preciosas vistas del valle 100% pasiego con las pindias laderas de bosques y prados de verde rabioso, las cumbres nevadas y como no, las innumerables cabañas pasiegas.

Empezó a nevar y sin parar coronamos la divisoria metidos en una niebla no muy densa pero que no nos dejaba adivinar en qué punto del cordal nos encontrábamos. Hicimos cima en una peña cerca entre los enclaves del Acebo y Campizo Real, a unos 900m. Iniciamos la bajada a ciegas por la niebla hacia el valle de Pisueña. Recorriendo prados, atravesamos lugares espectaculares con cabañas de cuento y poco a poco la retirada de la niebla nos comenzó a mostrar las maravillas de este valle. Arbolado, cabañas, praderías, docenas de vallejos y cascadas cayendo de las vertiginosas laderas de los Picones que se perdían en la niebla. Espectacular. Las nubes venían y pasaban, dejándonos bastante lluvia, pero estábamos disfrutando tanto que nos daba igual. Es más nos metía más aún en lo que es esta zona de Cantabria en lo que son los valles pasiegos que no se entenderían sin esta humedad que les da vida.



Entre buenos hayas, robles y abedules llegamos al río Pisueña, el fondo del valle, y decidimos subir aguas arriba para conocer esta ruta que llega hasta su nacimiento. Cascada tras cascada recorrimos el bonito sendero apto para todos los caminantes hasta el lugar conocido como La Garma donde dos ríos se unen en el mismo lugar con sendas cascadas de cierta entidad. Aquí repusimos fuerzas y con las pilas cargadas después de 3 horas y media de caminata, decidimos atacar la ladera que salía desde La Garma en dirección Norte directamente para conseguir pasar al otro valle. Sin duda no era la opción más fácil, pero sí la más directa, dando otro toque más de trail a nuestra travesía superando pendientes sin caminos establecidos. Solo el desnivel y nuestras piernas. Con sorprendente facilidad superamos la impresionante ladera y coronamos otra pequeña cima de unos 764m, Bustalpasante, muy cerca del Coterotejo que llevaba a los Picones, pero que la niebla nos impedía observar. Campo a través alcanzamos una pista y sorprendimos a un furtivo entre la niebla, que se llevó más susto que nosotros. Suerte que íbamos hablando y no nos confundiese con un jabalí.

Una ladera más fuera de la pista y alcanzábamos la siguiente divisoria entre el Pisueña y el Campillo. Parecía que quedaba poco, es más, a lo lejos divisábamos nuestro objetivo. Pero aun quedaba un buen tramo. Además el tiempo arreció castigándonos con alguna granizada. Tramo de pinar, más praderías y descenso entre caminos, prados y cabañas. Llegamos al río Campillo, donde tras cruzar un arroyo un mastín bajó de un prado de ovejas de enfrente y se nos lanzó amenazándonos desde pocos metros. Por fortuna salimos del paso e iniciamos otra pequeña etapa en nuestra travesía. Recorriendo los prados a orillas del Campillo avanzamos distancia quedándonos cada vez menos. Barro, agua y bonitos enclaves. Una gozada. Últimas laderas. Para atajar subimos a la carretera del Caracol y volvimos a descender para superar la revuelta que hace el puerto en un vallejo para alcanzar la casa. Ya subíamos y ascendíamos prados y desniveles como cabras. Y aunque aquí ya había caminos, las piernas y la mente nos pedían prados.

Montes y prados como los que forman este paisaje mágico de los valles pasiegos. Un verde tan intenso y radiante que es imposible de describir. Una humedad que uno no puede imaginar cuanto se puede llegar a valorar. Hay que estar allí para sentirlo y vivirlo. En casi 7 horas, nos metimos de lleno en el medio, formando parte de él y atravesando en forma de aventura unos cuantos valles que separaban la Vega de Pas y la casa rural del Cerro en Selaya. Satisfacción plena y celebración con los amigos de siempre junto a la lumbre y sobre a la Ermita de Valvanuz que visitamos de madrugada, para completar un magnífico fin de semana que nos demuestra lo muchísimo que se puede disfrutar en un día de niebla, nieve y lluvia. Lo mucho que se puede disfrutar de los Valles Pasiegos en estado puro un duro día de invierno.


Grimpeur!


Nota: este tipo de rutas no es recomendable para gente sin experiencia en la montaña, sobretodo con estas condiciones climatológicas de niebla, nieve y lluvia. Con niebla y tanta distancia atravesando tantos valles diferentes, la buena orientación fue esencial y tuvimos que tirar de todos nuestros recursos: brújula, gps y sentido común, teniendo además muy bien estudiado el terreno sobre el mapa aunque no lo conocíamos. En la montaña siempre mucha precaución, para seguir disfrutando de ella.

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