viernes, 6 de agosto de 2010

Viaje a los Escandinavos y las Repúblicas Bálticas, julio 2010

Seis y medio sobre siete ha vuelto de las vacaciones después de más de un mes de parón, y, como os podéis imaginar, hemos aprovechado todo el mes disfrutando de todo un julio de seis y medio con rutas épicas y un pedazo viaje mochilero por Europa recorriendo los países Escandinavos y las Repúblicas Bálticas.

Durante dos semanas, seguimos el itinerario más o menos fijado por Noruega, Suecia, Finlandia, Estonia y Letonia. El recorrido fue Oslo-Estocolmo-Turku-Tampere-Helsinki-Tallín-Riga. Con mentalidad de backpackers y cuidando de gastar lo mínimo en los caros países del norte, salimos de Santander con más de 15 kilos de embutidos y conservas para los mochileros Devu, Blicis y Peibol. En Estocolmo se nos unirían Chete y Andi, formando el grupo de 5 interraileros. Aunque estrictamente no hizo falta coger el billete, para alguno de nosotros suponía nuestro tercer Interraíl.

Volando desde Santander con escala en Weeze, Alemania, y una fugaz incursión a Nijmegen en Holanda, llegamos a Oslo el mismo día de la final del Mundial. Vimos el partido en una pantalla gigante situada cerca del ayuntamiento y vivimos la final de una manera muy diferente a la mayoría de españoles. Rodeados de holandeses y con ambientazo nos dejamos la voz para al final celebrar la victoria de una manera brutal. Increíble.

Siendo ya campeones del mundo visitamos Oslo dejándonos un gran sabor de boca, no con muchos monumentos pero con grandes parques y lugares espectaculares como el salto de esquí o el lago Sognsvaten donde fuimos a pasar la segunda noche y nos pilló la tormenta eléctrica más fuerte que se recuerda en años en Noruega. Cobijados en unos meaderos y cayendo rayos a escasos metros, fuimos rescatados por un ángel, Anders se llamaba, y nos acogió en su hogar.

Tras Oslo vino Estocolmo donde nos juntamos todos. Recorriendo la ciudad de arriba abajo, aprovechamos preciosos enclaves para bañarnos en las sorprendentemente templadas aguas de Estocolmo. Lástima que en tema fiesta, la selectos suecos no nos dejaran entrar en ningún garito, agradeciéndolo así nuestras carteras ya que los precios desorbitados no eran muy aptos para españoles y menos para estudiantes.

Cogimos un ferry que nos llevó a Finlandia. La esperada fiesta en el barco no fue tal, pero eso no evitó que estos cinco españoles la montaran a bordo viendo como el sol, bajo, desaparecía lentamente a medianoche y aparecía poco después de las 3am. Todo un espectáculo. Desembarcamos en Turku e iniciamos un tour finlandés pasando por la ciudad de los lagos Tampere y llegando a Helsinki dispuestos a disfrutar del sábado noche. Auténtico fiestón en una discoteca en la última planta de un edificio viendo amanecer de nuevo desde los ventanales. Espectacular. Fuentes de Cacho y demás cánticos de rigor por el centro de Helsinki y dos amigas finlandesas nos volvieron a acoger en la noche que debíamos a dormir en un parque. Con ellas, al día siguiente, día de playa con baño en el báltico y visita de la ciudad en tranvía de for free. Islas de Soumenlina, sin pagar de nuevo el barco, y ahorrando para los países bálticos que se auguraban mucho más baratos.

A ellos llegamos en un catamarán casi supersónico volando sobre las olas. Tallín una ciudad de cuento. Amurrallada y con un centro precioso. Pero lo mejor de Tallín estaba por venir al encontrar el hostal, el Euphoria. Posiblemente el mejor hostal que he estado nunca. Mochileros por todos lados, bellas recepcionistas y un ambientazo espectacular. Una de las noches bajamos al living room y sin darnos cuenta estábamos inmersos en una atmósfera de música, libertad y buen rollito que surgió de repente y de la que formábamos parte. Experiencia increíble.

Las dos noches estonas fueron de fiesta y las que siguieron en letonia, también, para cerrar bien el viaje en Riga. Cervezas como las que nunca pudimos degustar en terraza en los Escandinavos. Riga, quizá la ciudad más diferente de todas, pero también la que más caló en nosotros. Calles con gran ambiente y terrazas por todo el centro. Hicimos el free tour mañanero que nos llevó por los lugares más peculiares de la capital letona, atravesando barrios completamente rusos de esos que se ven en las películas. Última noche y última fiesta. Discoteca y liadón para llegar corriendo al aeropuerto sin haber dormido nada, pero esta noche requeriría una entrada entera. Cerrábamos el circuito europeo en Weeze donde pasamos un día entero dormidos en un parque. El mejor kebap, alemán por supuesto, en mucho tiempo y una mañana de sábado, temprano, aterrizábamos en la crudeza de la vida real de Santander después de dos semanas de aventuras de ensueño.

Mil experiencias nuevas, mil historias y cinco nuevos países, cinco nuevas culturas diferentes a la nuestra. Quizá no sean países con muchos monumentos, tampoco con mucho arraigo de historia y tradición, pero son países con una naturaleza y unos lugares espectaculares. Además ha sido un viaje en que los mayores protagonistas han sido las gentes de allí, las innumerables personas que hemos conocido, con las que hemos conversado y que hasta nos han acogido en sus propios hogares. Un pedazo viaje de esos que te hacen sentir diferente cuando vuelves a tu casa. Un viaje de los que marca para toda la vida. Una vez más en seis y medio, un sueño cumplido.



Grimpeur!

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